El equipo económico del Gobierno está muy quemado.
Empresarios, banqueros, sindicatos y compañeros del Ejecutivo dan por
amortizados a uno o a los dos ministros, el de Hacienda y el de Economía, aunque
las apuestas internas del PP apuntan a que el desencadenante de la crisis será
Cristóbal Montoro, para quien el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, anda
buscando una salida digna desde el convencimiento de que a la vuelta del verano,
o como muy tarde en Navidad, habrá un cambio de ministros.
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Traición
La culpa de todos estos males se la achacan ambas organizaciones empresariales al ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, al que acusan de haber convencido a Mariano Rajoy para que apueste por las subidas de impuestos como solución para cumplir con los objetivos de déficit, cuando desde la parte más neoliberal del PP siempre se ha mantenido que la mejor manera de aumentar la recaudación del Estado es bajar los impuestos. Sin embargo, esta vez los asesores más próximos a Rajoy como el jefe de la Oficina Económica de Moncloa, Álvaro Nadal, no veían margen para incrementar los ingresos o bajar los gastos en cuantías suficientes a corto plazo como para satisfacer las peticiones de la Unión Europea sin incrementar la recaudación fiscal y reducir el gasto en el sector público de forma paralela.
Búsqueda de nombres
De todos modos, en el PP y en una parte del Gobierno continúan pensando que Rajoy debe poner sobre la mesa la cabeza de Cristóbal Montoro para reconciliarse con los empresarios y con el propio aparato del partido. El problema es que el presidente del Gobierno tampoco quiere que este episodio acabe por dar la imagen de un Luis de Guindos vencedor de la pelea, lo que le llevaría a una remodelación más profunda del Ejecutivo. A su favor juega el enfado que los banqueros tienen con De Guindos por haberles puesto al pie de los caballos sin distinguir entre bancos sanos y enfermos. En su contra, sin embargo, la dificultad de encontrar a un ministro con buena agenda, conocido en Europa, con idiomas, conocimientos de economía y de finanzas, y con un perfil de independencia capaz de convencer a propios y extraños.
Otoño o Navidad
Ahora, el calendario político marca el 30 de septiembre como fecha límite para presentar ante el Parlamento el proyecto de Presupuestos Generales del Estado. Los empresarios quieren que esa ley contenga ya alguna medida de recorte más drástico de gastos en el sector público (centrado fundamentalmente en las autonomías), a cambio de algún guiño en la política fiscal que reduzca la presión de los impuestos. Si se llega a esa fecha, lo más probable, según las fuentes consultadas, es que el cambio de ministros se produzca en Navidad, una vez que hayan sido aprobados los presupuestos y hayan pasado el filtro de De Guindos los planes de saneamiento de los bancos.
La culpa de todos estos males se la achacan ambas organizaciones empresariales al ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, al que acusan de haber convencido a Mariano Rajoy para que apueste por las subidas de impuestos como solución para cumplir con los objetivos de déficit, cuando desde la parte más neoliberal del PP siempre se ha mantenido que la mejor manera de aumentar la recaudación del Estado es bajar los impuestos. Sin embargo, esta vez los asesores más próximos a Rajoy como el jefe de la Oficina Económica de Moncloa, Álvaro Nadal, no veían margen para incrementar los ingresos o bajar los gastos en cuantías suficientes a corto plazo como para satisfacer las peticiones de la Unión Europea sin incrementar la recaudación fiscal y reducir el gasto en el sector público de forma paralela.
Búsqueda de nombres
De todos modos, en el PP y en una parte del Gobierno continúan pensando que Rajoy debe poner sobre la mesa la cabeza de Cristóbal Montoro para reconciliarse con los empresarios y con el propio aparato del partido. El problema es que el presidente del Gobierno tampoco quiere que este episodio acabe por dar la imagen de un Luis de Guindos vencedor de la pelea, lo que le llevaría a una remodelación más profunda del Ejecutivo. A su favor juega el enfado que los banqueros tienen con De Guindos por haberles puesto al pie de los caballos sin distinguir entre bancos sanos y enfermos. En su contra, sin embargo, la dificultad de encontrar a un ministro con buena agenda, conocido en Europa, con idiomas, conocimientos de economía y de finanzas, y con un perfil de independencia capaz de convencer a propios y extraños.
Otoño o Navidad
Ahora, el calendario político marca el 30 de septiembre como fecha límite para presentar ante el Parlamento el proyecto de Presupuestos Generales del Estado. Los empresarios quieren que esa ley contenga ya alguna medida de recorte más drástico de gastos en el sector público (centrado fundamentalmente en las autonomías), a cambio de algún guiño en la política fiscal que reduzca la presión de los impuestos. Si se llega a esa fecha, lo más probable, según las fuentes consultadas, es que el cambio de ministros se produzca en Navidad, una vez que hayan sido aprobados los presupuestos y hayan pasado el filtro de De Guindos los planes de saneamiento de los bancos.
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